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Preparación del Corazón

Primero: Preparación del Corazón

S. Isaac (un monje sirio muy conocido) dijo: “Antes de desear ir a Dios orando, tienes que prepararte como debes”. Pues la preparación del corazón para entrar en la presencia de Dios es muy importante para que el retiro realize su objetivo; que es la sentada con Dios y su unión en tu vida.

¿Y cómo se prepara el corazón para llegar a presencia de Dios?

Esto se puede lograr a través de los medios siguientes:

1-          Cerrando las puertas de los sentidos:

Esto es lo que quería decir Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo: "Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público." (Mt. 6.6).

San Agustin comentó este dicho diciendo: Los aposentos no son más que nuestros corazones, los aposentos espirituales en nuestro hombre interior.

San Juan Casian también explicó esto de un modo más práctico diciendo: Entramos a nuestros aposentos y cerramos nuestras puertas y oramos, pero ¿cómo se hace esto? Debemos aislarnos de las ideas del mundo y de las preocupaciones vanas y entrar en una unión fuerte, estrecha, con Dios?

La preparación del corazón para entrar en presencia de Dios exige vaciar nuestras mentes de todos los intereses, preocupaciones y compromisos, y arrojarlas todas a los pies de Dios.

2-          Concentrando la mente y abriendo las puertas de los sentidos internos:

Una de las cosas necesarias para preparar el corazón es la concentración y la apertura a la verdad de la presencia de Dios y su existencia en el aposento de la oración, pues Dios existe sin duda. El hecho de no percibir esto y no constatar esto hace perder al creyente su oportunidad y su bendición. Antiguamente, Jacob, Padre de las tribus de Israel, pasó una prueba similar, pues caminó por el desierto hasta la noche, extendió las arenas y durmió, y después se despertó con una verdad esencial que no había descubierto antes: "Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía." (Gn. 28. 16).

Muchos entran en el aposento de oración sin saber que Dios existe en ese lugar.

Hay una gran diferencia entre Jacob y David, que sentía la presencia de Dios en todas partes. rodeándole: "Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí. Alto es, no lo puedo comprender. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás". (Sal. 139. 5-8).

San Nistarion expresó la importancia del sentimiento del creyente y su fe en la presencia de Dios de una manera muy hermosa, diciendo: “Orad a Dios como si le vierais, porque él está verdaderamente presente”.

San Yanes dijo: “Siente tú mismo la presencia de Dios y que Dios te ve y te oye y está cerca de ti, mirándote con cariño”. Dijo también explicando el concepto de sentir a Dios: “El sentimiento de la presencia de Dios se parece al de la presencia de un amigo querido. Pues por medio del trato amoroso con él, él habla, y con él logramos un sentimiento estable de su presencia. Ojalá nos dirigiéramos a Dios con el mismo esfuerzo que empleamos en nuestras relacciones con los hombres, notando que donde hay amor no hay esfuerzo; todo lo que hay en nuestra relación con un amigo, el sentimiento de su presencia, está relaccionado con la visión, mientras que en el caso de Dios esto está relacionado con la fe”.

Pues para preparar tu corazón para entrar en la presencia de Dios, concentra tu pensamiento y abre las puertas de tus sentidos internos para concebir y tener conciencia de la realidad de la presencia de Dios en ese sitio.

Por eso, puedes decir cuando estás en el aposento de la oración, “Dios está conmigo ahora, me oye, me mira y me ama”.

Puedes con la audacia de la fe y con el sentimiento de amor del corazón recibir a Dios como recibes a un amigo íntimo, diciéndole: “Bienvenida mi Dios en mi aposento que es tu aposento, en mi casa que es tu casa, y en mi corazón que es tu morada”.

3-          Purificando el Corazón:

Otro factor importante para preparar el corazón para llegar a la presencia de Dios es la purificación del corazón porque El Señor dijo: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios." (Mt. 5. 8).

No podrás concebir la presencia de Dios si antes tu corazón no está purificado y limpiado. David confirma esto diciendo: "¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño." (Sal. 24. 3-4).

Dijo también: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado." (Sal. 66. 18).

San Isaías el Profeta aclara lo mismo cuando descubre el secreto oculto de Dios en las visiones espirituales: "He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oir; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro, para no oir." (Is. 59. 1-2).

Por eso David deseaba purificar su corazón y limpiarlo para poder mirar a Dios, y por ello oró así: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno." (Sal. 139. 23-24).

Pues examínate tú mismo para saber tus pecados y para arrepentirte confesando delante de Dios, como aclaró el difunto Obispo San Yanes diciendo: “Cuando sientes la carga de tus pecados sobre ti, cierra tu puerta y disponte durante toda la noche con Jesús y en tus oraciones presenta todo lo que hicieste”. David dijo: "Mi pecado le declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado." (Sal. 32.5).

Puedes descubrir algunos pecados, pero sin duda el Espíritu Santo puede clarificar lo que tienes escondido, pues déjale hacer su obra en ti, y dale la oportunidad vigilando sus movimientos en tu profundidad, oyendo bien a tu hombre interior para escuchar su arrepentimiento sobre lo que oculta la visión espiritual de la presencia de Dios.

Cuando se aclaren tus pecados ante de ti, y cuando te arrepientas, no te desesperes, sino ponlos sobre la sangre de Jesús y confía en que Dios acepta tu arrepentimiento y va a limpiar tu corazón de toda iniquidad, repitiendo lo que dijo San Juan: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad." (1Jn. 1. 9). Prepara tu corazón para confesar estos pecados ante el cura lo antes posible.

Ahora: ¿Están tus pecados claros ante de ti?

¿Subiste el pecado que oculta su rostro de ti?

4-          Vistiendo prendas respetuosas:

Sin duda no se trata de que cambies tus vestidos exteriores, sino que es un factor esencial que tiene una suma importancia en la preparación del corazón para entrar en la presencia de Dios, pues muchas veces el creyente se siente empequeñecido, descalificado y no cree merecer estar delante de Dios.

Este sentimiento es un asunto real y el creyente no tiene que olvidar que no habrá un día en que el creyente merezca por sí mismo acercarse a Dios ni entrar en su presencia, sino quien piensa entrar a la presencia de Dios suponiendo que el camino está abierto delante de sí sin obstáculo, ni prohibitivo, sin restricción o condición, pues debe fracasar, y aún intentará engañar a sí mismo que contactó a Dios, pues su consciente protestará en sí mismo y le desmentirá.

Josué el sumo sacerdote se presentó un día ante de Dios sin ponerse la ropa con que un hombre debe estar en presencia de Dios. Y el ángel de Dios le quitó sus vestiduras viles y le puso las ropas de gala: "Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle...Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie." (Zac. 3. 1-5).

Como el hombre que entró en una boda sin ponerse la ropa de gala, y lo arrojaron afuera a las tinieblas: "Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes." (Mt. 22. 11-13).

Los vestidos no son un tema de argumento y no queremos discutir su parte teológica. La ropa es simplemente la ropa del Cristo o el merecimiento de Jesucristo, pues nadie merece estar en la presencia divina, salvo el hombre Jesucristo, que no tiene pecado, él solo santo, y por su rectitud, por medio de él y su merecimiento, nosotros tenemos entrada a la presencia de Dios: "Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre." (Ef. 2. 18) "En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él." (Ef. 3. 12).

Por tanto, la preparación del corazón para entrar en presencia de Dios quiere decir que aceptes la verdad de que no mereces estar en presencia de Dios (aunque seas creyente), sino por medio del merecimiento de Cristo. Tienes que recordar esto muy bien cada vez que quieras estar en presencia de Dios, tienes que acercarte al mediador del nuevo pacto, para que te dé su merecimiento y te ponga una ropa pura, y te meta en su costado herido para ocultar tus defectos, cubrir tus debilidades y calificarle para entrar en presencia divina. Si esta bandera está abierta, el encuentro se realizará, sobre esta tierra segura solamente podemos enfrentarnos al Señor, y bajo la cruz solamente podemos encontrarnos con él.

Solamente con esta vestidura se te permitirá encontrarte con el Rey de los Reyes, y sin esta vestidura no podrás entrar en presencia de Dios.

Esto es lo que quería decir el Señor Jesucristo cuando dijo: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé." (Jn. 15. 16).

Por eso, San Pablo El Apóstol dijo: "Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre." (Ro. 1. 5).

No te quedes con la verdad de la fe en el pensamiento, sino conviértela en ejercicio práctico, para prepararte para entrar en presencia de Dios bajo la protección de Jesucristo. Qué bonito lo que está escrito en el libro “Jardín de los monjes” sobre esto: “Sin este nombre no hay y no habrá nunca salvación”; y como dijo San Pedro el Apóstol: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4. 12). Nosotros creemos que nuestro Señor Jesucristo es el mediador con quien la gente pueden conseguir el acercamientoo a Dios y hablar con él”.


5-          Recordando los beneficios de Dios y su amor:

Lo que te ayudará a sentir la presencia de Dios es recordar que te trata con amor, como un Padre que te cuida, te guía y te protege. Esto arroja fuera el sentimiento de temor porque: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor." (1Jn. 4. 18).

Esto es lo que mencionó David para entrar a presencia de Dios:

"Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.

Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.

Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias;

El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias;

El que sacia de bien tu boca. De modo que te rejuvenezcas como el águila." (Sal. 103. 1-5)

6-          Los cantos:

Uno de las factores para preparar el corazón para entrar en presencia de Dios también es el canto, como dijo David con franqueza: "Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo." (Sal. 100. 2).

Lo que importa es concentrarse en los significados del canto, no solamente repetirlo; si no te aprovechará nada.

El canto te traslada la experiencia de una persona que tocó a Dios y su corazón se inundó con esas palabras; por eso el canto te traslada a través de sus significados para que toques tú también a Dios.

Cuando estás en tu aposento, elige un canto que te dé consuelo; después destaca los párrafos que te convienen y cántalo.

No te prohíbas cantar a causa de tu voz; canta a Dios porque nadie te oye, lo que importa es consolarte con los significados del canto.

7-          La fe:

No depende de tu sentimiento y de tu pensamiento exterior, sino de los sentidos de tu hombre interior, esto quiere decir la fe. Ten confianza en que Dios no está solamente en el aposento de oración contigo, sino que está en ti, como dijo en su promesa: "Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo." (2Co. 6. 16).

Como dijo el Señor Jesucristo: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él." (Jn. 14. 23).

Y también dijo: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Ap. 3. 20).

De esto dijo San Pablo El Apóstol: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1Co. 3. 16).

Toda persona que entra en presencia de Dios con la fe puede experimentar esta verdad magnífica; pues San Juan Saba (El Anciano espiritual, uno de los monjes conocidos) dijo: “Bienaventurado él que contempla a Dios en sí mismo... Bienaventurado él que te pida en sí mismo...No lo pidas fuera de ti, quien su morada está en ti”.

El difunto Obispo Padre Yanes dijo: “Uno dice: Dios existe en todo lugar. Pero esto no es el caso para nosotros. Hay un solo sitio en todo el Cosmos en el que podemos contactar con Dios, y es el fondo de nuestro corazón. “Sois el templo de Dios” y allá él nos espera y nos encuentra, allá él habla con nosotros. Para encontrarle y reunirse con él, tenemos que entrar en nosotros, por eso si queremos sentir la presencia de Dios, tenemos que mirarle dentro de nosotros y no en el exterior. Tenemos que impedir que el pensamiento le busque aquí y allá, fuera de nosotros. Aunque le encontremos allá, no habrá otro sitio para contactar con él sino en nuestro corazón”.

¿Tienes esta fe? ¿Tienes confianza en que realmente la presencia de Dios reside en tu corazón?