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La Primera Semana del Ayuno (La Cuaresma):

La preparación para salir al desierto con El Cristo a través el examen del alma a la luz del mandamiento

La primera lectura en la Cuaresma en la oración de la mañana del Lunes es del Libro de Éxodo. El ayuno es el viaje de éxodo de los hijos de Israel al desierto con Dios “...Y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre” (Ex. 2. 23). “Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.” (Ex. 2. 23-25).

Dios es quien comienza la iniciativa para nuestra salvación. Pues la situacián amarga de la incapacidad humana delante del pecado exige que Dios extiende su mano al hombre. Ningun hombre puede alcanzar a Dios sin invitación, con que seguimos los pasos de sus pies en nuestro camino a él. Dios se acuerda su pacto, la promesa del amor al hombre. Es él quien invita y quien nos revela su mismo como apareció a Moisés en la zarza, por tanto el alma se mueve hacia Dios, quien miró, reconoció y movió hacia nosotros en su paternidad. La preparación para salir empienza con el sentimiento de la servidumbre y su humildad como describe el Libro de Éxodo.

Mientras Isaías el profeta, después de exponer el deterioro de la situación de Israel en el mal, dice: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” (Is. 1. 18). La profecía de Isaías lleva la idea de la parternidad de Dios desde el primer verso: “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.” (Is. 1. 2). Dios habla, que el cielo y la tierra escuchen. Dios invita ¿pues quién no responde?. “...No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mt. 4. 4). Dios habla como Padre que crió a hijos, pues la invitación es para los hijos a regresar a la paternidad del Padre. Isaías describe el deterioro de la situación del hombre bajo la servidumbre del pecado; aun el castigo ya no es significativo y sin valor. Todos los intentos del hombre para salvarse son vanos y rehusados y se terminan con el culto formal para huir de una realidad pecadora e inútil. La invitación de Dios se resume en tres asuntos:

1-    Aislar el mal y cesar de hacerlo con el examen del alma a la luz del mandamiento.

2-    Aprender hacer el bien espontáneamente a través del mandamiento santo.

3-    Argumentar con Dios en un discurso personal donde el alma está de pie delante Dios sinceramente, desnuda de toda falsificación, para exponer la realidad amarga y coger su consejo eficaz en el asunto de su salvación.


Es temeroso estar en la presencia de Dios, pues callamos. ¿Quién puede tolerar o soportar la presencia ante la luz de la verdad de Dios puritano del mal?

El Salmo de la oración de la mañana y la oración del publicano, es el solo dicho que podemos pronunciar. “Jehová, no me reprendes en tu enojo, Ni me castigues con tu ira. Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen.” (Sal. 6. 1-2).

En el comienzo del ayuno, estamos invitados a un nuevo comienzo: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.” (Mt. 12. 33). “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.” (1P. 4. 3). “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.” (2P. 1. 10).

Las lecturas de la primera semana prepara el alma para salir con el Cristo y explica los obstáculos y las dificultades que pueder desviar nuestra marcha. Estas lecturas tratan las doctrinas del Cristo y el mandamiento santo, pues presenta el sermón del monte de San Mateo y de San Lucas. En la luz de la palabra de Dios reveladora, el hombre puede ver a sí mismo y examinarse claramente antes de salir al desierto con el Cristo. También la palabra de Dios es la provisión necesaria para salir al desierto “...Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mt. 4. 4). Es el arma completo de Dios para enfrentar al diablo.

Los temas de las lecturas de la primera semana:

Lunes: La situación del hombre bajo la servidumbre del mal y el deterioro y la necesidad urgente para salir.

Martes: Dios invita a regresar de la situación indecente del deterioro y prometa a salvar a su pueblo.

Miércoles: Procurad hacer firme vuestra vocación y elección. Andamos pues en la luz de Dios.

Jueves: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura.” (1Co. 5. 7). “Porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.” (1Jn. 2. 8).

Viernes: Oye, Israel, la palabra de Dios, y cuídate para cumplir sus mandamientos. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”(Hch. 2. 42). La oración con la palabra de Dios son elementos esenciales para prepararse a salir con el Cristo en el viaje del ayuno.

Sábado: “Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus palabras” (Sal. 119. 57). Los mandamientos del Cristo en el Sermón del monte es nuestra porción y provisión en el viaje de la salida.


Domingo: El tesoro del corazón y la lámpara del cuerpo. Dependen del misterio de la palabra de Dios.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mt. 6. 19-21).

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mt. 6. 22-23).

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mt. 6. 24).

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mt. 6. 25).

Con todo esta cantidad de lecturas, la iglesia nos prepara para salir con el Cristo al desierto.