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La Tercera Semana del Ayuno (La Cuaresma):

La caída del hombre en el pecado a causa de la debilidad antela tentación y el regreso a los abrazos del Padre con el arrepentimiento como solución perfecta del problema del pecado (el hijo pródigo)

Las lecturas de la semana forman un estudio bíblico de los dos Testamentos sobre el problema del pecado, pues explica su naturaleza y explica sus diversas formas, ocultas y visibles, y le expone como una enfermedad espiritual grave que daña fuertemente al alma humana. Así como presenta las soluciones prácticas a través de la salvación con Jesucristo. Y concluyen las lecturas con la parábola del hijo pródigo. A través de la parternidad de Dios con la encarnación del Cristo, hemos tenido una resurrección de la muerte del pecado y una esperanza en el regreso a la casa del Padre. “Porque dice:

En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”(2Co. 6. 2). “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”(Stg. 3.2). “No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; Vengan pronto tus misericordias a encontrarnos, Porque estamos muy abatidos. Ayúdanos; oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; Y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre.” (Sal. 79. 8-9).

Las lecturas del Lunes: “La sabiduría clama en las calles, Alza su voz en las plazas; Clama en los principales lugares de reunión; En las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones. ¿ Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia? Volveos a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras. ” (Pr. 1. 20-23). “...La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira, pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. ” (Lc. 11. 33-35).

Las lecturas del Martes: “Bienaventurado el hombre a quien Jehová na culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. ” (Sal. 32. 2). “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. ” (Jn. 8. 34).

Después que las lecturas de la tercera semana del ayuno presentaron un estudio sobre el pecado, concluyen las lecturas del tercer Domingo con el regreso del hijo pródigo. Los tres Salmos presentan unas súplicas con solemnidad para pedir el perdón: “Oh Jehová, Dios de mi salvación, Día y noche clamo delante de ti. Llegue mi oración a tu presencia; Inclina tu oído a mi clamor.” (Sal. 88. 1-2). “Escucha, oh Dios, mi oración, Y no te escondas de mi súplica. Está atento, y respóndeme.” (Sal. 55. 1-2). “En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará.” (Sal. 55. 16).

“No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; Vengan pronto tus misericordias a encontrarnos, porque estamos muy abatidos. Ayúdanos; oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; Y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre. ” (Sal. 79. 8-9).

Mientras el evangelio de la oración de la víspera expone la gravedad de los pecados que impiden el perdón como la formalidad de la adoración; "...este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honra, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres." (Mr. 7. 6-7). "Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo." (Mt. 15. 14).

El evangelio de la oración de la mañana dice: “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos. ” (Mt. 20. 16).

La lectura de la Epístola de San Pablo es una invitación al arrepentimiento llena de esperanza: “Porque dice:

En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”(2Co. 6. 2).

El regreso del hijo pródigo

“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; Y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; Y les repartió los bienes.” (Lc. 15 . 12). Mi parte en la herencia de mi padre celestial es muy grande, pues es todo lo que tengo de carne, espíritu, alma, talentos, instintos y experiencias en la vida aun el dinero. ¿Cómo puedo coger mi parte de todo esto y salgo de la casa del Padre? Es el deseo de liberación de la autoridad de Dios, de su mandamiento, de su tutoría, de su bastón, de su patrocinio, de su muleta, de su censura y de sus ojos veladores. Es una decisión de aislar el alma de la protección de Dios. Tomamos esta decisión temible en el momento del derrumbamiento de la fe, del menosprecio del amor de Dios y de la incomprensión de la superficie de la libertad disponible a los hijos que gozamos en la casa del Padre. Pues procuramos hacia una libertad hecha de nuestra imaginación e imaginamos que en ella poseemos nosotros completamente, mientras que salimos con toda nuestra voluntad de bajo de su protección y cubrimiento para enfrentarnos solos con las fuerzas horribles del mal en el mundo.

“No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia aparatada” (Lc. 15. 13). Juntó todo para aislarse sí mismo de todo lo divino y espiritual. ¿Dónde se encuentra esta provincia apartada? “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.” (Sal. 139. 7-8). Solamente en la muerte y en el mal donde es la inexistencia, tú no te encuentras. Allí tomé un lugar para que no me veas, pues tu justicia me asusta y tu santidad daña a mis sentimientos. Por eso salí de tu casa, tal vez que me alegro con mis corrupciones y vivo confortablemente con libertad de tu adoración y de mi canto a tu nombre santo.

"...Y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente." (Lc. 15. 13). ¿Cuales son estas bienes mi Dios? Son tus donaciones a mí, son mis talentos, mis aptitudes y mis conocimientos con que estoy orgulloso. Decidí investir mí mismo lejos de tí, del espíritu de la santidad y la piedad. No supe que el uso de mis fuerzas lejos de tí es dispersión y derramamiento de mis aptitudes que no pueden ser recompensados. Aun el tiempo se pierde sin esperanza de regresar.

"...vino una gran hambre." (Lc. 15. 14). Una hambre de la verdad, del bien, del conocimiento de la palabra de Dios que sacia las almas. El alma se debilita y después muere lejos de la verdad de Dios y su conocimiento. Pero yo escogí esto para mí.

"Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos." (Lc. 15. 15). Es la tierra de la sombra de la muerte apartada de Dios. ¿Sus ciudadanos no son sino el diablo y sus soldados? Pues derramaron todas mis aptitudes de la herencia de mi padre, mi libertad, mi voluntad, mi poder sobre mí mismo. ¿Cómo me convertí estúpido? Mis decisiones no son las mías. Me convertí a un siervo en mi tierra y mi alma se convirtió a ser un campo para los cerdos donde pastorean y se alimentan de mis aptitudes, que son las donaciones de Dios y sus dones, que les separé de él con mi voluntad. Me convertí a ver mi herencia de mi padre se paró de crecer y ya no es mío porque me convertí a un campo de cerdos. Ya no poseo mis aptitudes para invertirlas.

"Y volviendo a sí..." (Lc. 15. 17). La más grave y valiente decisión que el hombre puede tomar es volver a sí mismo que le fue saqueado. El hombre se separa de sí mismo con su defensa a sí mismo, pues su intento de justificar el error pretendiendo que no hizo el mal sino que circunstancias exteriores les forzó hacer el error. Por tanto pretende que quien hizo el mal no es sí mismo. Pero cuando ya no puede soportar la vergüenza de los pecados, empieza a condenarse y a rehusarse. El hombre vuelve a sí mismo cuando confesa delante de sí mismo de su responsabilidad personal de todo lo que hizo sin contar las circunstancias. Pues confesa su realidad pecadora que necesita cambiar. El hombre vuelve a sí mismo cuando acepta a sí mismo sin embellecimiento, entonces recoge su esparcimiento y devuelve la evaluación de su error. Así puede decidir los pasos necesarios de reforma para regresar.

"...dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!." (Lc. 15. 17). La decisión del regreso no puede tomarla el hombre que justifica a sus errores. La experiencia sincera de la verdad con la bondad de los primeros días es necesaria para el regreso. Pero hay quienes que no tienen esta experiencia espiritual del amor del padre, pues el hombre no trabaja solo sino la gracia le invita y el Espíritu Santo le reprocha. Por eso la iglesia ora "facilitanos el camino del arrepentimiento". Ciertamente la casa del Padre celestial está llena de la comida de la vida eterna mientras que el hombre perezca de hambre lejos de ella. Pero la dignidad falsa del hombre le impide su movimiento para regresar.

La paternidad del padre es la fuerza atractiva del arrepentimiento. Pues el sentimiento de la filiación y la comprensión de la riqueza paternal y de su amor son el motivo fuerte para el regreso del hijo a la casa del Padre. “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.” (Lc. 15. 18-19). La decisión de la salida de la provincia apartada para regresar a los abrazos del Padre es el tema del habla de toda la Cuaresma.

“Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.” (Lc. 15. 20). El Padre nos espera y se alegra con nuestro regreso a él porque es padre. Aquí aparece la grandeza del pensamiento cristiano único con el amor de Dios el Padre a los pecadores. Dios es padre amante pero nuestra dignidad falsa nos impide de regresar a él y así confesamos que nos falta la fe cristiana. Por tanto es necesario que el hombre regresa a sí mismo para salvarse primero de las mentiras que le imagina su dignidad. El padre amante no permita a su hijo de completar su disculpa y no le dejó decir: “Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.” (Lc. 15. 19). Porque es un padre verdadero rehusa que su hijo sea uno de sus jornaleros. Esta es la grandeza del Cristianismo.

Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle" (Lc. 15. 22). (Vestidle la ropa de la justicia). “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” (Ro. 13. 14). "…y poned un anillo en su mano" (Lc. 15. 22). (Es el poder de la filiación y el anillo de la boda). "...y calzado en sus pies." (Lc. 15. 22). “Y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.” (Ef. 6. 15). Cuando el hijo se descalzó se convirtió a un siervo, pues el padre le volvió el dominio de la filiación. "Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta" (Lc. 15. 23). El sacrificio del Cristo que nos perdona nuestros pecados es el fondo en que nos movimos en su espacio durante el viaje de la salida en la Cuaresma. " porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse." (Lc. 15. 24).

El hijo mayor no salió de la casa, es presente en la iglesia practicando todos los ritos, obediendo literalmente la ley. Pero el regreso de su hermano apareció que los sentimientos de su padre amante no son los suyos. Es separado del padre aunque de la parte formal no salió de la casa. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis, hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. (Mt. 5. 44-45).

Pues el sentimiento del hijo mayor hacia su hermano confirmó que no es hijo del padre. Ambos hijos se separaron del padre con el pecado, pero el menor dejó a la casa y conoció el camino del regreso. "Y volviendo a sí..." (Lc. 15. 17). "Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo" (Lc. 15. 18-19). Dios abre sus abrazos a todos, el hijo mayor y el menor, pero el perdón se base en la capacidad del amor; “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.” (Lc. 7. 47).

Quien pide el perdón lo obtiene mas quien su corazón se eleva y se supera a causa del celos y la codicia no obtendrá nada que le es útil.

Después del importante habla sobre el arrepentimiento, y a la base del arrepentimiento, las lecturas en las tres próximas semanas presentan tres fotos que hablan del agua para prepararnos al bautismo y la nueva criatura en Jesucristo. El arrepentimiento es la base del bautismo por eso el pensamiento del arrepentimiento penetra en las lecturas de las próximas semanas.